¿What is your business?, una expresión muy común en las conversaciones de países angloparlantes, en idioma castellano se podría traducir e interpretar como: ¿cuál es tu ocupación?, ¿a qué te dedicas?, ¿qué haces para vivir?, una pregunta casual, muy común para romper el hielo al conocer a una persona. Es la primera categorización para hacerse una idea de quién es, qué rol desempeña en la sociedad, incluso es un aspecto que permite hacer un primer juicio de valor.
También, se usa la palabra negocios en una ámbito más general vinculado ya con una empresa, es decir, a qué se dedica la empresa, cuál es su negocio, qué bien o servicio produce, qué hace, qué determina su razón de ser. Del mismo modo se podría emplear la palabra para saber qué hace cualquier organización en general, incluso gubernamental, con o sin fines de lucro, aunque no es lo usual. Esta acepción erróneamente se asocia sólo con empresas, incluso con una connotación ideológica de orientación capitalista. Decimos error, pues conocer el negocio es fundamental para optimizar el uso de los recursos y los procesos para alcanzar un fin último, de cara a quiénes se beneficiarán con el bien o servicio que se produce o se presta. Incluso, conocer el asunto en estos términos va más allá de la industria se trata de eficiencia y eficacia. Desafortunadamente también se restringe su significado y sentido al ámbito productivo, industrial o pecuniario.
Es curioso, al indagar sobre la etimología de la palabra “negocio”, se encuentra su origen en las palabras latinas “nec” “otium” que significa “lo que no es ocio”. Es decir, se trata de una de las dos categoría de la ocupación: ocio y no-ocio (negocio). Son palabras que derivan, por decirlo así, de la palabra “ocupación” que las integra, las supera, una es la negación de la otra, son antagónicas y complementarias a la vez. La palabra ocupación se podría entender como: a qué dedicas el tiempo, como sujeto individual o colectivo. Esta ocupación se puede a la vez dividir en dos categorías: a qué dedicas el tiempo libre, llamada ocio; a que dedicas el tiempo obligado, forzado, subordinado, coaccionado, condicionado por las circunstancias, sean éstas naturales, económicas, sociales y/o culturales, llamada negocio.
Como otras veces se ha dicho las palabras no son neutras, su uso, el contexto, las circunstancia y los sujetos determinan significado, sentido y valoración.
Imagine, lector y lectora, que usted tiene la oportunidad de preguntarle a : Mark Zukerberg, a Jeff Bezos, a Elon Musk a qué dedican su tiempo, ellos no sus empresas. ¿Qué respuestas podría esperar?, se dedican: a programar, a vender, a entregar paquetes, a ensamblar carros eléctricos o ensamblar naves espaciales, a instalar antenas satelitales, a investigar sobre implantes neuronales de dispositivos electrónicos/digitales, a dirigir sus empresas y buscar más ganancias, a seguir en los mercados de capitales como aumenta su riqueza, a jugar golf, a jugar padel, a vídeo juegos, a leer, a cocinar, a pintar, a tocar un instrumento musical, a ver películas, visitar museos, viajar por el mundo, a jugar en casinos, al placer, a practicar yoga, a coleccionar, a cultivar el espíritu, etcétera.
¿Cuántas de estas respuestas entrarían en la categoría ocio o negocio (no-ocio)? Sería una exageración suponer que en su mayoría son actividades que ocupan su tiempo libre, es decir, ocio, aún cuando se dediquen a alguna tarea productiva de empresa sin ninguna obligación o necesidad. Quizá, alguien podrá decir que no es una elección libre pues se ven obligados por las circunstancias, distintas a las habituales de obtener los medios de vidas, pero propias de las clases altas, como dice el refrán “Mientras más tienen más quieren!”, esto podría indicar que acumular y tener riquezas no excluye de la obligación del trabajo (no-ocio) a estas personas, siempre parece haber una razón para hacerlo, aún que la motivación no sea pecuniaria.
En todo caso, de seguro nadie en este nivel socioeconómico calificará negativamente el ocio, con expresiones como “el ocio es la madre de todos los vicios”, ni se referirán negativamente al negocio, entendido como trabajo, como lo hace aquel estribillo de la canción “por que el trabajo lo hizo dios como castigo” o con expresiones populares como aquella que dice que “el trabajo es tan malo que tienen que pagar para que se haga”. Claro, sí haría la distinción de qué tipo de trabajo.
Esta connotación del ocio y el negocio dependerá de los sujetos que la usen, del contexto, situaciones y circunstancias.
Muy brevemente, la historia da cuenta de los usos de estas dos palabras, categorías de ocupación del tiempo desempeñado por las personas en la sociedad.
En la antigua Grecia, la palabra ocio tenía una connotación positiva, era entendida como una virtud propia de las clases altas, significaba la ocupación del tiempo libre para cultivar el espíritu y el intelecto, al igual que la dedicación a asuntos de la ciudad, la polis griega, en forma privada e individual, dedicación a tareas tales como: legislar y gobernar . En contraste, el negocio se asociaba al trabajo rutinario realizado por los esclavos y la servidumbre, que iba desde mantenimiento del hogar, producción artesanal, agricultura, pesca y comercio. Se consideraba una ocupación denigrante, tareas innobles.
En la Roma imperial, el ocio se amplia hacia la esfera de lo público y se transforma en entretenimiento masivo, se instrumentaliza para ejercer política pública con él. El trabajo sigue siendo entendido y valorado como las tareas rutinarias y denigrantes propias de esclavos y siervos.
En el capitalismo mercantil y capitalismo industrial, se invierten los papeles el negocio (ocupación de tiempo obligada individual y colectivamente) se considera una virtud, la base de la prosperidad, la obligación de todo cristiano, la realización del humano. Mientras, el ocio, dependiendo del círculo dónde se esté, gozará de una connotación positiva o negativa, si se pertenece al lumpen proletario, será visto como vicio; si se está en la clase alta y se cuenta con riquezas (heredada, bien o mal habidas), se convertirá en una forma de distinción entre sus pares, será una virtud.
Una nota especial para el ocio, en la fase industrial y postindustrial de la sociedad capitalista, éste se transforma, sigue manteniéndose mayormente en la esfera de lo público y masivo como entretenimiento pero ahora se le suma el consumo, es decir, un entretenimiento privatizado, además de convertirse en un instrumento para la política y la función social.
En esta fase postindustrial, mundializante y de economía financiarizada, se comienzan a mezclar el ocio y el no ocio, resultado de modalidades como educación y trabajo remoto, con el trabajo por cuenta propia en plataformas colaborativas, con la figura de los prosumidores y con las nuevas plataformas y servicios digitales donde se consume-entretiene y simultáneamente se trabaja, muchas veces sin saberlo, la frontera entre ocio y negocio se hace difusa. Hasta el tiempo libre está bajo control de terceros, que te ofrecen un mejor aprovechamiento.
En las clases altas el ocio se hace ostensible como un símbolo del éxito personal, hay que pavonearse no solo con lo qué se tiene sino también con lo qué se hace.
¿Se puede vivir sin ocio o sin negocio -trabajo-?
A veces se cree que el ocio debe verse como una gratificación diferida, que se obtiene después de tres o más décadas como empleado o trabajador por cuenta propia, ya sea bajo la figura de la jubilación y pensión, o por vía del ahorro, la realidad indica que son muy pocas las veces en que este merecido ocio se alcanza, ya sea porque la jubilación pensión escasamente alcanza para vivir o por qué no se pudo ahorrar suficiente para la vejez o porque la salud se ha deteriorado a tal grado que es imposible o porque se ha terminado la vida.
Si se hiciera la pregunta ¿Si usted pudiera vivir sin trabajar, lo haría, le gustaría?.
A usted, ¿qué le ha mostrado la vida al respecto?. Usted ha visto qué suele pasar con las personas que han trabajado toda su vida, que se formaron trabajando hasta alcanzar los más altos niveles de experticia y desempeño en un oficio, que disfrutaban su trabajo, fuesen empleados o trabajadores por cuenta propia. ¿Qué ha visto cuando deciden retirarse o son jubilados? ¿Cómo son sus vidas, pueden vivir echados en una silla de extensión, jugando, bebiendo y otros placeres?
Hay una cita del artículo “Ocio, negocio y vida lograda”, de Blanca Reguant, cuyo argumento sobre el trabajo comparto, cito:
“El trabajo es constitutivo del hombre porque es una de las más evidentes formas en que éste se relaciona con la realidad que le rodea, la conoce; también de habitar el mundo o de transformarlo (sea mediante la construcción o la destrucción). El trabajo, en su sentido más originario, implica un esfuerzo físico y otro intelectual, que deben ir aparejados. El primero transforma la realidad, y el segundo, al individuo. Ésta es la razón doble por la que es fundamental el trabajo para el hombre, porque desarrolla el medio y profundiza su ser.”
En relación a la importancia de ambas formas de ocupación del tiempo, agrega Reguant:
“…, el trabajo da sentido a la vida humana, de la misma forma que lo hace el ocio: ambos contribuyen tanto al desarrollo individual como al social. Ocio y negocio profundizan en la naturaleza humana en sus formas concretas: el ocio ahonda en su ser, el negocio lo transforma en la medida en que también transforma el mundo que habita y le da sentido…”
La autora agrega dos citas muy oportunas para cerrar la reflexión, inscripciones que se encuentra en el templo de Apolo, en Delfos, Grecia,
“Conócete a ti mismo” (temet nosce) y “nada en exceso” (nihil nimis).
Posiblemente sea necesario redefinir riqueza, en lugar de ser “la acumulación de bienes”, mejor sería “ alcanzar el equilibrio entre trabajo y ocio”.
También, se debe rescatar el significado y sentido originario de las palabras trabajo (negocio) y ocio, rescatarlas del ámbito reduccionista de la producción y el consumo, desalienarlas.
Así que, en lugar de educar para el trabajo, debería educarse para el trabajo y el ocio, que en síntesis es educar para el buen vivir.
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