Un perro abandonado, atropellado y un cambio de planes


Era un día de esos en los que vas apurada y no tienes mucho tiempo, pero pasan cosas que reclaman tu atención y es inevitable no detenerse. Sí, así fue aquel día, salía de comprarle el desayuno a la niña, cuando de pronto una persona sin escrúpulos, bajó a un perro de un carro y siguió, como si hubiese dejado basura.

Ni se tomó la molestía de amarrarlo para que el pobre no corriera detrás del carro para evitar que lo atropellaran, lo que lamentablemente pasó. Yo nunca tuve perros, ni gatos, en casa no existía esa cultura de tener animales de compañía, ese día, comenzó mi aprendizaje.

Fue salir de la panadería apurada con el desayuno de la niña, para llevarla al colegio y ver ese espectáculo tan vil. La peor parte fue abrir la puerta del carro, meter las cosas y escuchar los chillidos, porque sí, lo atropellaron.

Cambié de planes.

Se recuperó

Corrí junto con una señora y uno de los vigilantes a ver el estado del animal. Estaba visiblemente asustado y adolorido, se veía en su mirada tanto dolor, creo que no hay mayor traición que abandonar a quien te ha amado a pesar de todo.

Nos acercamos, paramos el tráfico para protegerlo, el vigilante estaba muy afectado de ver la situación y no quería dejar atrás al pobrecito. Así que se armó de valor y se atrevió a tocarlo. El negrito se dejó, era manso, aún confiaba en los humanos.

Entre la señora, el vigilante y yo, tratamos de ver si tenía alguna herida, pero lo que era evidente era una lesión en una pata que no podía apoyar. No lo pensé mucho, pregunté qué centro veterinario podía verlo, no me sobraba el dinero, pero verlo tan indefenso, su mirada pedía a gritos “ayuda”. 

El señor me ayudó a subirlo, la otra señora me dió un paño para montarlo en el asiento trasero y envolverlo. Se dejó. Se dejó hacer todo, se portó excelente en el veterinario, al llegar. Yo no sabía cómo cargar un perro, pero él superó todos mis miedos y sin darme cuenta, ya estaba más que involucrada. 

Tenía una fractura en la pata, le hicieron unas placas, lo enyesaron, me dieron la receta médica … Ajá… ¿Y ahora? Bien, las casualidades no existen. Todo pasa por alguna razón, él no tenía donde vivir, lo habían abandonado, ahora enyesado… vamos a casa.

Recuerdo que llamé al colegio, mi hija ese día estaba molesta conmigo, fui a buscarla y su reclamo era evidente, no desayunó aquella mañana, le pedí disculpas, el almuerzo fue una sopa de bolsita con papas, nunca hice las compras que debía, ni cociné, apenas llegué a tiempo a buscarla. No trabajé ese día.

Toda mi mañana fue con “el negrito”, ella no tenía claro lo ocurrido, pero al abrir la puerta del baño, para que se conocieran, nunca más se separaron. No pretendía adoptarlo, no pretendía saber si era de raza, si era bueno o malo, solo le tendí la mano a un animal en desgracia. Él a cambio, me regaló 14 años de alegrías, de amor, de compañía.

Nunca mordió a nadie, nunca rompió algo en casa o trató de escaparse, tenía una forma especial de decirme que necesitaba bajar, al principio no entendía, pero muy rápido me enseñó a mi, lo que él quería decir.

Aquel negrito, vino a desordenar aquella mañana, el mundo siguió girando, pero sé que hoy, podría haber muerto esa misma mañana, era evidente que no sabía andar en la calle. ¿Por qué lo botaron? Nunca lo sabré, creció mucho, no era de la raza que dijeron…no tengo idea, pero Azabache, así lo llamamos, nunca rompió nada en casa, se portaba excelente. No entendimos nada.

14 años pasaron muy rápido

Si puedes ayudar a un animalito, no sigas de largo, yo le tendí la mano, junto con aquella señora y el vigilante, no me arrepiento de nada, lo volvería a hacer. Por cierto que a los pocos meses, lo llevé a aquella panadería, donde comenzó la historia y ellos, casi lloraban de alegría.

Azabache nos regaló tantas alegrías, que hoy en día, tenemos a otro peludito, pero en temporal, mientras se recupera de un tratamiento por tantas garrapatas. Nosotras entendimos que se puede ayudar desde donde uno puede hacerlo. Emocionalmente, no podemos tener otro peludo en este momento, pero claro que podemos ayudarlo.

Es que el amor, definitivamente, cambia, es la fuerza más poderosa. Gracias, Azabache, aún sentimos tus lametones cada mañana, nunca te vamos a olvidar.


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