El Nobel de la paz para el odio


Desde el golpe de Estado de Maidan (Kiev, 2014), forjado por EEUU y sus cómplices europeos, quedó muy evidente que las intenciones de Occidente con Ucrania no eran ayudarla, sino usarla de punta de lanza contra Rusia y apropiarse de sus principales recursos.

Sin embargo, estuvieron largos años mintiendo a la opinión pública que sus intenciones eran de paz y el bien de Ucrania. Pero ya comienzan a quitarse la careta, no hace mucho los líderes occidentales que participaron en las negociaciones de los acuerdos de Minsk, como Angela Merkel y Françoise Hollande, han reconocido de manera descarada que su misión no era garantizar la paz en Ucrania, sino engañar a Rusia, y ganar tiempo para rearmarla y prepararla para una guerra contra ese país.

En las últimas semanas otros dirigentes occidentales como Boris Johnson ya reconocen sin tapujos que su objetivo era usar a Ucrania en una “guerra proxy” contra Rusia. En EEUU el senador Lindsey Graham ha dicho que: “Este conflicto tiene que ver con el dinero. Ucrania es el país más rico de toda Europa en términos de minerales de tierras raras. Su valor oscila entre 2 y 7 billones de dólares, lo que es muy relevante para el siglo XXI. Y Ucrania está dispuesta a llegar a un acuerdo con nosotros, no con los rusos”.

Las grandes transnacionales de EEUU, como BlackRock se reparten las mejores tierras de Ucrania. El daño material de la guerra contra Rusia ha sido colosal para Ucrania, y se calcula que habrán muerto más de un millón de ucranianos.

No satisfecho con lo anterior, ahora Occidente pide también derramar la sangre de los ucranianos más jóvenes. La saliente administración Biden está exigiendo al gobierno fascista títere de Kiev que reduzca drásticamente la edad de movilización de 25 a 18 años, ya que los rusos avanzan con éxito en el este. Dicen que se podría rotar a las tropas y compensar las bajas. Pero eso significaría el exterminio de la juventud ucraniana y dejar al país sin futuro.

El Gobierno ucraniano aún se resiste, porque entre otras razones ante unos niveles de popularidad ya mínimos, le tiene pánico al rechazo que esto pueda producir en el pueblo. En fin, lejos de la imagen de amigo, Occidente ya aparece como un gran Drácula insaciable de la sangre joven ucraniana.


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