“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
El poema metafísico procede de la Meditación XVII de Devotions Upon Emergent Occasions (Devociones bajo ocasiones emergentes), obra perteneciente al poeta inglés John Donne, de las épocas de la reina Isabel I, el rey Jacobo I y su hijo Carlos I, que data de 1624. Este pasaje inspiró al escritor estadounidense Ernest Hemingway, a escribir su novela Por quién doblan las campanas, en inglés For Whom the Bell Tolls, publicada en 1940, quien participó en la Guerra Civil Española como corresponsal, pudiendo ver los acontecimientos que se sucedieron durante la contienda.
Sumergidos en la cotidianidad, entre el tráfico, las redes sociales y el bullicio citadino, en la individualidad y egoísmo que nos aleja de todos y de nosotros mismos, existe un monumento próximo a la basílica Santa Teresa, un gran marco de concreto en obra limpia, que contiene dos campanas de bronce. Estas campanas dedicadas bajo la advocación de la Virgen de la Soledad estuvieron en el campanario de la antigua iglesia de San Francisco, cuando lucía su modesta fachada colonial franciscana. En tiempos de Antonio Guzmán Blanco, la Universidad Central de Venezuela es mudada en 1876 al antiguo convento y que trajo consigo la demolición del campanario para ensancharla, momento en el cual las campanas fueron trasladadas e incorporadas a la torre noroeste de la basílica Santa Teresa ese mismo año. Cuando el templo cumplía su primer centenario, fueron obsequiadas a la ciudad de Caracas, el 27 de octubre de 1976. Los bronces sonaron en los grandes acontecimientos de la ciudad, en los triunfos militares y en las exequias de El Libertador. Forman parte del patrimonio cultural nacional. Hoy no doblan por nada ni por nadie, esculturas mudas, pero no ciegas del devenir de la historia, “por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
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