“Mi poesía la defino como una obstinación”


Con un lenguaje torrencial que intensifica lo íntimo y lo colectivo, lo sagrado y lo mundano, Stefano Carcone despliega su palabra irónica y hechizante en el poemario «Adiós Samantha».

Esta obra fue premiada en el Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores Latinoamericana 2024, y presentada en la colección Las formas del fuego, en la edición número 21 de la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2025.

Sobre su creación, Carcone nos dice que se relaciona mucho “más con la marginación del sufrimiento que con cualquier otra cosa. Es cierto que el libro plantea un enigma, y un enigma celebra su misterio”.

Nació el 10 de agosto de 1989 en Porlamar, estado Nueva Esparta. Reside en Caracas desde hace aproximadamente 15 años. De su infancia recuerda con especial afecto los días en que, junto a sus compañeros, recorría los pueblos de Margarita cantando galerones bajo la tutela de Ángel Marino Rodríguez, El Estudiante de Oriente.

Su poesía muestra lo sagrado de lo mundano.

Su primer acercamiento a la literatura, específicamente a la poesía, “viene desde que tengo uso de razón. Yo soy católico, y las eucaristías y demás ritos de mi religión están cargados de lenguaje figurativo; la Biblia está repleta de poesía hebrea, salmos y cánticos, por lo que uno estoy muy familiarizado desde muy joven con este tipo de expresividad”.

“Aparte, que mi abuela siempre escuchaba por la radio ‘Las uvas del tiempo’, justo antes de partir el año. Con la literatura, mi primer contacto fue con las clases de castellano del colegio, leyendo a autores del boom latinoamericano”, agregó.

Versos esotéricos

Carcone es tesista de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, y comenta que, sin embargo, es “la poesía la que se relaciona con todo lo que tengo alrededor, bien sea la filosofía, mis manos, o mis zapatos. Hay gente que ve, con razón, un conflicto entre poesía y filosofía, pero yo siento que son como hermanas gemelas que crecen juntas, agarradas de las manos; aunque a veces se peleen, siempre la familia termina siendo lo más importante para ellas. Pero yo estoy enamorado de una sola, y resulta que es la hermana más rebelde”.

Dijo que una parte de «Adiós Samantha» está dedicada “a nuestra relación con las cosas invisibles. Es una sección altamente esotérica, en donde intento mostrar aquello sagrado que se manifiesta hoy en lo mundano. Por lo que está íntimamente relacionado con la primera parte del libro. Es el dolor, la identidad y la memoria en lo urbano”.

Maestros poetas

Entre sus influencias, menciona a sus grandes maestros, los poetas venezolanos Libeslay Bermúdez, William Osuna, Andrés Mejía y Luis Alberto Crespo.

Por otro lado, admira a los escritores Catulo, Pablo de Rokha, Roque Dalton, César Vallejo, Vladímir Mayakovski, y Wisława Szymborska.

También a Ana Enriqueta Arvelo Larriva, Luz Machado, Miyó Vestrini, Elizabeth Schön, María Calcaño, Lydda Franco Farías, El Chino Valera Mora, Efraín Valenzuela y Calzadilla. Igualmente manifestó su gusto por la música margariteña.

Finalmente, reflexiona sobre su propia obra: “Mi poesía la defino como una obstinación, un arte marcial donde uno se defiende y se expresa con lo que tenga a la mano, que tiene en cuenta que en el lugar está el mundo y que el silencio es su mejor amigo: lo más parecido a uno mismo”.


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