Hablemos de Magglio Ordóñez - Líder en deportes


Uno de los recientes exaltados al Salón de la Fama del Beisbol Venezolano fue Magglio Ordóñez, quien además de tener una ilustre carrera en Grandes Ligas también dejó su huella en la LVBP, distinguiéndose como uno de los peloteros más talentosos de su generación. Su personalidad discreta y voz tenue distan mucho de sus exhibiciones en el terreno, donde siempre fue un bateador temible, capaz de cambiar la cara de cualquier compromiso con un solo swing.

Dejó una huella imborrable dentro y fuera de Venezuela, porque vaya que él sí hizo estragos en la pelota invernal. El caraqueño jugó 10 temporadas en el circuito local, entre 1991 y 2003, todas con Caribes de Anzoátegui. Fue MVP en 1996, Productor del Año en 1997, campeón en 1998 como refuerzo del Cardenales de Lara y además se embolsilló un par de Guantes de Oro. En Grandes Ligas, donde dio sus primeros pasos en 1997, se convirtió en uno de los mejores bateadores venezolanos de toda la historia.

Magglio inició su carrera con los Medias Blancas de Chicago, con 23 años, y luego de ocho contiendas pasó a los Tigres de Detroit, equipo con el que se retiró en 2011. En ambas novenas brilló. Inició su camino quedando quinto en la elección al Novato del Año de 1998, al año siguiente recibió la primera de sus seis convocatorias al Juego de Estrellas y en el 2000 ganó el primero de sus dos Bates de Plata, el segundo lo logró en 2007 cuando fue líder bate con un promedio de .363 con el que le ganó la puja nada más y nada menos que a Ichiro Suzuki.

Durante cuatro campañas consecutivas, entre 1999 y 2002, despachó más de 30 jonrones y empujó más de 100 carreras. Terminó su carrera con 2156 hits, una cifra que todavía hoy lo mantiene como el octavo venezolano más hiteador de Grandes Ligas. Pero además conectó 294 jonrones, registro que hasta este año había sido el tercero más alto para un venezolano y que ahora lo tiene de quinto en el ranking. Es cuarto en impulsadas con 1236 y séptimo en anotadas con 1076. Por donde se le vea sus números son brillantes a pesar de que en 2004 sufrió una lesión en la rodilla que lo limitó a solo 52 juegos y amenazó con poner fin a su carrera. Su promedio vitalicio de .309 es el mejor para un bateador criollo ya retirado, superando incluso el de Miguel Cabrera (.306). Promedio que, por cierto, era aún mejor cuando tenía hombres en posición anotadora (.322).

No era un”Showman”, pero verlo jugar era un lujo y tenerlo en el lineup una garantía de que cada turno se disputaría como si fuera el último.


www.liderendeportes.com

Ver fuente