Ahora, hablemos de los 17


Luego de algunos entusiasmos, de varias conversaciones y preguntas amables de amigos sonrientes, quien escribe siente la necesidad de hablar de los 17. Esto, valiéndonos de la picaresca que permite el idioma, tiene dos sentidos. “Volver a los 17” cantó la chilena Violeta Parra dándole a su verso el toque de nostalgia por aquellos años maravillosos en los que todo son promesas y exaltados colores. Y esa edad es también en la que Venezuela ha vuelto a figurar en el fútbol internacional, luego de la conquista alcanzada por los muchachos del Sub-17en el Suramericano de Colombia.

Porque el fútbol de aquí siente, como Violeta Parra, “nostalgia” por los encuentros mundialistas alcanzado por los adolescentes. Mucho desea la afición del país que las selecciones nacionales por alguna vez entren en ese carrusel en movimiento, y como por algo hay que empezar, qué bueno que haya sido en esa edad de sueños juveniles…

Entonces, el momento es propicio para hablar de la selección de los jovencitos. Y no para elogiar el gol de agonía y gloria de Juan Camilo Uribe que le puso a Venezuela el sello en el pasaporte, sino para reflexionar desde la visión humana lo que una gesta así podría llegar a significar. Por necesidad, por escasez, los medios de comunicación se vuelcan en elogios para los muchachos, y puede ser lógico que sea así.

Solo que hay que pensar en sus edades, quince, dieciséis, y tratar de ubicarse en su naciente madurez para que ellos puedan asimilar su nueva condición: mundialistas. El hecho del fútbol que deslumbra, que alucina, puede disipar los demás valores de sus existencias; el estudio, la visión del camino para ser personas de bien. Porque, ¿cuántos de los jugadores-promesas llegan a la cúspide del fútbol, cuantos a la Vinotinto absoluta, cuántos al fútbol internacional?, ¿cuántos de ellos se pierden del mapa futbolístico por dedicarse al estudio o a otros deportes? Revisemos las listas de equipos similares del pasado y nos daremos cuenta…

El fútbol no es un videojuego; el fútbol puede, por ahora, ser hipnótico, emancipador, pero con él, como con tantas cosas en la vida, hay que andarse con miradas claras. Ahora los jugadores pensarán y se prepararán para su obra máxima, el Mundial, que se jugará el mes de noviembre en Catar. Por entonces, la selección mayor ya conocerá su destino, pues serán en junio y septiembre los cuatro partidos que podrían darle licencia para el gran salto al Mundial 2026 en Estados Unidos, México y Canadá. De ser así, sería un impulso extraordinario para los chicos del Sub-17. Vamos Vinotinto, carajo. Nos vemos por ahí.

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