Lecciones en inglés, cátedras en catalán


Mientras el Arsenal y el Barcelona hacían del fútbol una diversión, el Real Madrid y el Borussia Dortmund pagaban el pecado imperdonable de la inocencia.

Hundidos en el pozo del no saber qué hacer, chapoteando en la arena movediza de su falta de ideas nuevas y de la ambición, fueron arrastrados al infierno de las goleadas sin perdón, de la humillación pocas veces sentidas, y de la durísima salida de la Champions League mirando hacia el infierno de su incapacidad.

Ante este panorama, nos preguntamos: ¿habrá llegado así, de súbito, el ocaso del modelo del Madrid?, ¿se puede derrumbar un club de tan elevada consideración y con figuras como Kylian Mbapeé, Vinicius, Rodrygo y Jude Bellingham? Un partido puede no ser suficiente para creerlo, quizá hasta pensarlo puede ser una imprudencia, pero yendo unos días atrás se puede ver que los madrileños venían de caer ante el Valencia, un equipo venido a menos y que tomó esta victoria con desmedida euforia, como el que gana la lotería de los ciegos en Navidad. Se pensó que, por ser la Champions su escenario favorito habría redención, pero qué va: el Arsenal fue una máquina de demolición, y dejó al escuadrón español perdido en las sombras de la duda.

Y como designios de la vida, el Barcelona le salió al paso a las aparentes horas bajas del fútbol español. Pagó el Borussia Dortmund, como hubiera podido pagar cualquier que hubiera tenido el valor de enfrentársele al blaugrana. Hubo magia, y ya los catalanes no extrañan los días victoriosos de Lionel Messi, Andrés Iniesta y Xavi Hernández; tienen a Robert Lewandowski, a Lamine Yamal y a Rafinha para apuntar a todas las grandezas del fútbol europeo.

El Inter pretende tornar, no a Sorrento como el canto de los grandes tenores, sino a la época de Helenio Herrera y su invulnerable “catenaccio”. Con dificultades, pero como forastero en suelo germano, pudieron hacer valer en nuevo fútbol italiano, aquel que trata de desprenderse de la defensa como manera de vivir, para, temerarios, audaces, llevar hasta donde es posible llegar.

Entonces, ¿qué decir del París Saint-Germain? Desprovisto de luminarias, haciendo valer el precepto del juego conjuntado, fueron demasiado para el Aston Villa. Comenzaron perdiendo, pero sacaron esa casta que se les había perdido para regresar sobre sus pasos firmes, sobre sus glorias pasadas para conquistar un triunfo que les hace más dulce los cuartos de final de la Champions, y devolver la fe perdida al alma de la ciudad que en un tiempo llamaron de la luz incandescente.

A primer golpe de vista, los capítulos de vuelta se sienten definidos: Arsenal, Inter, Barcelona y París Saint-Germain así lo proclaman. Pero cuidado, alertas, porque el fútbol, tan elogiado por la mayoría, suele ser traicionero, poner minas explosivas en los senderos y derribar a los confiados. Sí, a los demasiado confiados.

Champions y Rubby Pérez

A la vez que los partidos de la Champions League mantenían la tensión de la afición con sus jugadas de circo y sus goles improbables, las noticias que emanaban del derrumbe de la discoteca Jet Set de República Dominicana inquietaban.

“¿Está vivo Rubby Pérez?”, era la pregunta más oída. “Él está vivo, porque desde debajo de las losas yo lo oí cantar”, decía, en medio de sus nervios y llevada por los brazos de la esperanza, una hija del cantante de merengues. Incertidumbre, voces de relatores cantando goles, preguntas desesperadas de familiares de aquellos de los que nada se sabía en Dominicana.

Al paso de las horas las cosas comenzaron aclararse, el Arsenal vencía al Real Madrid, el Inter al Bayer Munich, Rubby Pérez, y otras cientos de personas, han fallecido debajo del desastre. “Y volveré….”, perecía oírse. “y volveré” ya no se oirá más.

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