Amenaza a la república un marino militar hispano, Domingo Monteverde. Representa al gobierno de Cádiz en la península. (algunos rumores le atribuyen ser alemán, de apellido Gröemberg). Avanza, feroz. Los jefes oligarcas de las tropas independentistas no pueden enfrentarlo. O no quieren. Tal vez actúan movidos por su adhesión secreta a Carlos Cuarto, tal vez desean a Fernando séptimo, tal vez están celosos del poder de Miranda. Miranda a su vez habla, dice desde Caracas, pero en el fondo parece dar tiempo al tiempo, ejecutar lo que en el lenguaje venezolano se llama «dejar que guaraléen». Es lenguaje de pesca, es dar y recortar alternativamente hilo al pez para que se canse y al final se entregue. Está cansando a los oligarcas venezolanos que lo adversan o no son claros en la obediencia. Alarmado por los triunfos de Monteverde, el Congreso nombra a Miranda dictador. Pero continúa la ambiguedad. Hay una ola de murmullos a propósito de los oficiales franceses que rodean a Miranda y son sus preferidos. Se revisan sus antecedentes, resultan napoleónicos. Está Pierre Labatut, por ejemplo. Sirvió como oficial en los ejércitos de Bonaparte y en el curso de una misión resultó capturado por un buque británico cerca de la isla griega de Corfú. Luego apareció en Filadelfia pidiendo ayuda a los diplomáticos franceses para volver a Francia, en vez de eso aparece despachado junto con un minúsculo contingente de soldados franceses hacia la Capitanía General de Venezuela con miras a alimentar allí la revuelta contra el dominio español. Pero el jefe es el coronel Du Cayla, que adopta poses de Lafayette. Alto, petulante, desgalichado, proclama “Plantemos el árbol de la libertad en Coro y Maracaibo. ¡Viva la República de Venezuela! !Viva el general Miranda!”. Eso fue el 8 de mayo de 1811. Con Du Cayla, se incorporaron Labatut, Chatillon, Lemer, Schambourg, Dufour, que se hallaban en los Estados Unidos o en las Antillas. Antioqueño informa que de pronto Miranda solicita al Congreso que envíe unos delegados para discutir con ellos el futuro de la campaña contra Monteverde. Aquello olía a solicitud de poderes sólidos, que terminaran el guaraleo, a amenaza de abandonarlo todo si no se le conferían. Pedro Gual y Miguel José Sanz, independentistas y mirandinos de uña en el rabo, alegaron que debía enviarse una persona favorable a Miranda, pero José Vicente Mercader notorio antagonista de Miranda, fue el escogido.
El licenciado Sanz, que ejercía la Secretaría de Estado, ordenó a Orea, abrir más negociaciones con Francia y Rusia. A Rusia se le ofrecería la isla de la Orchila para sus factorías a existir valiosamente cuando se abriera el canal de Panamá, a Napoleón se le solicitaría un empréstito de dos millones de pesos fuertes, pagaderos con los derechos que devengaría un comercio de Francia con los puertos venezolanos, al que se darían ventajas sobre el de otras naciones por el tiempo que tomara la cancelación de la deuda. A Sanz siempre le pareció mejor buscar auxilio de Francia. La solicitud sería un medio de privar a Inglaterra de comercio en América.
La segunda Guerra de independencia norteamericana. Muy poco conocida y nada atendida a las que fueron sus consecuencias de victoria británica es esta guerra que descarará la posición de Miranda e influirá en el destino de la América española. Los Estados Unidos, vivían un clima de tensión que en cualquier momento haría estallar las cosas.
En agosto de 1811 Sanz había conferenciado con el Cónsul norteamericano Lowry a quien dijo que Venezuela no contaba sino con la ayuda de los Estados Unidos, lo que indujo a Lowry a escribir al secretario de Estado el 21 de agosto de 1811 que el éxito de la revolución dependía de los socorros que le viniesen del exterior y que, a más de armas se necesitaba dinero, y si el Gobierno de los Estados Unidos pensaba en prestarle ayuda, ésta debía ser pronta y decisiva.
Mucha gente de Venezuela percibía a Miranda como probritánico, muy distinto sucedía con el cónsul norteamericano en La Guayra, quien el 2 de febrero de 1812, escribía a Monroe corrigiendo esa idea “la opinión que me atreví a formular en nota anterior con respecto a que el General Miranda no es amigo de los Estados Unidos, creo que está mal fundada.”- La rivalidad británico norteamericana late en otra parte de la misma carta: “Expresé la impolítica e injusta influencia concedida a la bandera inglesa y la necesidad que había de colocar al Comercio Americano en un pie de igualdad con el británico. El Ejecutivo se mostró sensato sobre la corrección de esas observaciones
Había muchas discusiones en las filas independentistas y las deserciones iban en aumento, y Monteverde seguía avanzando, aunque por el momento hacía alto por falta de municiones.
Al ver Sanz aproximarse el desastre envía a Manuel Palacio Fajardo y Luis Delpeuch, dos protegidos de él y muy mirandistas, a Estados Unidos y Francia, ante Madison y Bonapart mientras la puja en torno a las exigencias de Miranda terminó a favor de éste al serle conferidos los poderes que exigía.
Miguel José Sanz era canciller de Venezuela, más aventurero y sobre todo pronorteamericano es el canónigo José Cortés de Madariaga. El documento dice que Madariaga*
representaba al clero nativo rebelde de Venezuela, adverso al clero español. Madariaga fue el hombre que más sinceramente cooperaba con los progresistas desde que se inició la revolución y se consideraba como el amigo más íntimo de Miranda, junto a Sanz, Gual y otros directores del movimiento.
Estos comunicaron a Miranda lo sucedido y le aconsejaban tomar a tiempo las precauciones necesarias. Miranda, alegó que tanto el Marqués de Toro como Bolívar estaban muy comprometidos en la defensa de la independencia y no podían esperar buena acogida en el caso de una victoria de Monteverde, y a pesar de la manifiesta inconformidad de Sanz, de Gual y de Madariaga, confió a Bolívar la custodia de Puerto Cabello, plaza convertida en arsenal de la revolución”. (61) Se trató, con casi total seguridad, de una concesión táctica a los mantuanos en busca de alianza.
Napoleón Bonaparte estaba convencido de que la independencia de la América española era inevitable y sería “el más importante evento del siglo” y cambiaría “para siempre la política mundial”, de modo que fue natural que Manuel Palacio Fajardo, político venezolano que acompañaba a Pedro Gual, viajara a París, donde sostuvo una entrevista con Napoleón. Traía en cartera un plan al que podía abrír una puerta el hecho de que Bonaparte venía de vivir la desastrosa campaña de Rusia y sufría la amenaza del inglés Wellington contra la permanencia de José Bonaparte en el trono de Madrid.*******Palacio inició este desarrollo del plan mirandista describiendo ante el emperador los diversos valores de Cartagena. «La Provincia de Cartagena es actualmente gobernada por un Presidente que asume todas las facultades legislativas, y por un Tribunal de Justicia: ella da su nombre a la Capital que tiene una población de 40,000 almas. Esta es una plaza de guerra de primer orden, bien fortificada, su puerto inmenso y bien defendido, es el más seguro de todos los de la América del Sur; es por este puerto por donde todo el Virreinato de Santa Fe negocia con las Antillas, Jamaica, y los Estados Unidos. Es sobre todo Jamaica la que obtiene las más grandes ventajas de estas negociaciones, pues independientemente de la producción de oro en polvo, que recibe a cambio de sus mercancías, se calcula que cada año el comercio inglés exporta más de seis millones de piastras en oro y plata amonedada». Grande es lo que está dejando de controlar Bonaparte para que se den banquete los perversos ingleses de Jamaica. Y no hay motivo para ello, pues todo puede arreglarse aceptando la descomunal proposición que trae el visitante:
«El emperador no tiene ninguna necesidad de dominar a la Península para libertar a la América, esta le tiende los brazos, llamándolo para que la sustraiga del yugo de españoles, portugueses e ingleses. Yo creo que la guerra contra la España y aun contra la misma Inglaterra, debe hacerse en América, cuyos recursos suministran a aquellas dos naciones los medios de sostenerla en Europa. Una expedición de dos mil hombres a la América valdría al Emperador en los actuales momentos por sus efectos políticos las operaciones militares de doscientos mil en Europa…/…Si el Emperador franquea a los patriotas de América un número suficiente de armas, se pueden suponer los resultados siguientes: La América del Sur y Méjico serán libertados de sus enemigos natos los españoles antes de dos años. Las Colonias inglesas del continente, las Antillas y las posesiones portuguesas del Brasil pueden ser fácilmente revolucionadas. En los astilleros de América antes de cinco años, y a un costo moderado se puede fabricar una marina respetable y reclutar cien mil marinos útiles. Supuesta la comunicación del Océano y del mar pacífico por el istmo de Panamá la Francia se hará dueña del comercio a la India. Todas las producciones de la América del Sur y de Méjico pertenecerán al comercio directo con la Francia”. Napoleón está, pues, perdiendo el tiempo en sus guerras europeas. A continuación los visitantes abordan la opción contraria, de pervivencia del poder español sobre América. “los insurgentes de Cádiz (los españoles aliados de los ingleses, que peleaban bajo comando del duque de Wellington contra el gobierno de José Bonaparte) antes de dos meses enviarán tropas que auxiliadas por los ingleses atacarán los puertos americanos. En este caso costará mucha sangre arrojar a los españoles de América. Todos los americanos serán desterrados del continente, la posesión de América proporcionará a los españoles recursos pecuniarios para sostener la guerra de la península dos años más. Sometidos los americanos a los españoles, la Inglaterra entrará en posesión de la Habana, Puerto Rico y el Istmo de Panamá”. Es un panorama aborrecible para Bonaparte el que pinta el mirandista, los ingleses mantendrán su guerra, desangrando a Francia, y además, tomarán Panamá y Cuba. El valor de Cuba era famoso como emporio vegetal y pecuario. En cuanto al punto de estrechos y canales, la verdad es que estaban sobre el tapete como llave maestra para la construcción de imperios a que estaban abocadas las potencias de entonces. Lo que quedó imperfecto entonces se cumplió a partir de 1903 cuando los Estados Unidos le arrancaron Panamá a Colombia. Siete veces menciona Palacio a Panamá en su texto y una a Nicaragua, con la misma función. Informa que desde largo tiempo el gobierno español ha hecho investigaciones para abrir una comunicación entre el mar Pacífico y el mar Caribe, los ingenieros más hábiles han hecho planes para construirlo por el Istmo de Panamá y por el Lago de Nicaragua, pero la corte de España, viendo la tentación que desataría sobre Perú y se abstiene. Contra esto peleará frontalmente Bolívar.
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