Trump tiene tantas razones para atacar a Venezuela como para no hacerlo. Si analizamos sus antecedentes, desde antes de ingresar al mundo de la política, podríamos decir que las amenazas estrafalarias son parte esencial del método establecido por el magnate estadounidense para alcanzar sus objetivos.
Ahora cuando el catire se siente todopoderoso desde su asiento ganado en la Casa Blanca, los juegos de la guerra han sido su apuesta tras la búsqueda de garantizarse riquezas naturales claves para la estabilidad económica de su gobierno, en un país cuyo modelo parece insostenible en el tiempo.
En el tablero geopolítico, la posibilidad de un ataque militar estadounidense contra Venezuela se topa con una muralla de realidades estratégicas. Más allá de la retórica belicista, el análisis frío revela razones de peso que actúan como poderosos disuasivos, pintando un escenario donde la fuerza militar no es una opción viable, sino un camino hacia el aislamiento y el fracaso.
EEUU no cuenta con el apoyo de sus socios habituales en la Unión Europea. Países como Francia y Alemania, hastiados de los fracasos en Irak y Afganistán, privilegian abiertamente las vías diplomáticas y rechazan una aventura militar.
Además, carecer del respaldo de Colombia y Brasil, los dos principales países limítrofes, es un obstáculo logístico y político. Su oposición niega bases de operaciones, apoyo táctico y, sobre todo, la legitimidad regional necesaria.
Tampoco en el Consejo de Seguridad de la ONU parecen tener ninguna probabilidad de respaldo, la presencia de Rusia y China en ese cónclave dificultan cualquier posibilidad de aval.
La alianza estratégica y militar entre Caracas y Moscú transforma a Venezuela en un escenario de confrontación indirecta. Un ataque supondría un desafío directo a Rusia, con el riesgo de una escalada impredecible. China, por su parte, es el principal socio comercial de Venezuela y ha reiterado su alianza en medio de las amenazas trumpistas.
La sociedad gringa, aunque infoentretenida, ha mostrado en recientes encuestas su rechazo a cualquier posibilidad de guerra, mientras que el escenario de conflicto prevee una refriega de largo aliento que traería efectos catastróficos a la economía mundial, pero en especial a la estadounidense. No todo está dicho en esta fase de asedio psicológico.
ultimasnoticias.com.ve
Ver fuente