Rinocerontes blancos: entre la esperanza y la amenaza de desaparecer


En las llanuras de Kenia, bajo un sol inclemente, dos figuras robustas pastan en silencio. A primera vista, podría parecer una postal cualquiera de la sabana. Sin embargo, lo que se contempla es algo irrepetible: Najin y Fatu, las dos últimas hembras de rinoceronte blanco del norte que siguen con vida en todo el planeta.

La historia cambió en 2018, cuando murió Sudán, el último macho de su linaje. Desde entonces, la reproducción natural quedó fuera de toda posibilidad, y con ello la especie pasó a considerarse «funcionalmente extinta». Hoy, su futuro depende únicamente, gracias a la ciencia.

Najin y su cuidador Zacharia Mutai © SIMON MAINA / AFP

Una carrera contrarreloj

Najin, que ya roza los 40 años, y Fatu, algo más joven, permanecen bajo estricta protección en la reserva Ol Pejeta Conservancy. Desde hace tiempo, investigadores trabajan con óvulos de Fatu y esperma criopreservado de machos fallecidos. Los experimentos han permitido alcanzar más de treinta embriones en laboratorio, con el objetivo principal de implantarlos en hembras de rinoceronte blanco del sur, una subespecie que a diferencia de ellas, cuenta con más de 16 mil ejemplares.

Entre la incertidumbre y la tristeza, algunos antecedentes. En 2023, una de las madres sustitutas murió a causa de una infección durante la gestación. A pesar de los inconvenientes, los científicos no se han rendido: cada intento fallido se traduce en nueva experiencia y abre una rendija de esperanza hacia el nacimiento de una cría.

Este equipo de investigadores responsables de estos experimentos, forman el consorcio internacional BioRescue, liderado principalmente por el Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research (Leibniz-IZW) de Alemania y coordinado junto con el Safari Park Dvůr Králové (República Checa), la empresa de biotecnología Avantea (Italia), y otras instituciones académicas y de conservación. Además, colaboran organismos kenianos como la Ol Pejeta Conservancy y el Kenya Wildlife Service.

Un espejo de contrastes

El destino del rinoceronte blanco del norte resulta aún más llamativo si se compara con el de su pariente del sur. A finales del siglo XIX, esta última subespecie estuvo al borde de la extinción, pero gracias a estrategias de conservación logró recuperarse. Su caso es una evidencia clara: cuando hay voluntad, recursos y políticas firmes, la naturaleza puede encontrar un camino de regreso.

Sin embargo, no todas las especies comparten esa fortuna y algunas especies son más delicadas y sensibles que otras. Los rinocerontes de Sumatra y Java apenas superan los cincuenta individuos respectivamente, esto deja muy claro los obstáculos persistentes: la pérdida de hábitat, la caza ilegal y la expansión humana sobre sus tierras.

Custodios del equilibrio

Los rinocerontes no solo impresionan por su tamaño o su fuerza; cumplen además una función silenciosa pero esencial en sus ecosistemas. Al modificar la vegetación a su paso y alimentación, facilitan la vida de otras especies. Conservarlos, en consecuencia, significa también resguardar una cantidad biodiversa que dependen de ella, sus hábitos, etc.

Un llamado que trasciende fronteras

Aunque Najin y Fatu nunca podrán gestar, su existencia ha encendido una chispa de esperanza. El proyecto BioRescue y otros similares insisten en que salvarlas es también salvar nuestra relación con la naturaleza. La biotecnología avanza y, con ella, la posibilidad de darles un futuro a los rinocerontes.

El desenlace de esta historia ya no depende solo de los laboratorios: está también en nuestras manos. Apoyar programas de conservación, hablar de su importancia y adoptar hábitos más respetuosos son pasos pequeños, pero decisivos.

La extinción es para siempre, aun estamos a tiempo. Un documental de Disney muestra la carrera y lucha por salvar a los rinocerontes blancos del norte mediante gestación subrogada, quedando solo dos hembras, de la mano de la fotógrafa Ami Vitale.


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